La simpleza cautiva, por lo honesto, por lo bello. Un cuenco de madera de abedul, harina integral y una semilla de anís estrellado.
"Mi abuela tenía una teoría muy interesante; decía que todos nacemos con una caja de fósforos adentro, pero que no podemos encenderlos solos... necesitamos la ayuda del oxígeno y una vela. En este caso el oxígeno, por ejemplo, vendría del aliento de la persona que amamos; la vela podría ser cualquier tipo de comida, música, caricia, palabra o sonido que engendre la explosión que encenderá uno de los fósforos. Por un momento, nos deslumbra una emoción intensa. Una tibieza placentera crece dentro de nosotros, desvaneciéndose a medida que pasa el tiempo, hasta que llega una nueva explosión a revivirla. Cada persona tiene que descubrir qué disparará esas explosiones para poder vivir, puesto que la combustión que ocurre cuando uno de los fósforos se enciende es lo que nutre al alma. Ese fuego, en resumen, es su alimento"
En este mundo tan rápido, tan comercial, tan parecido, tan sobrealimentado de estimulos externos es dificicil parar a buscar la estrella particular de cada uno. Y quizas la Navidad, tan cargada de obligaciones impuestas no sea la mejor época del año... o si.
El fin de año siempre es un buen momento para la reflexión, para hacer balance de nuestra vida, para plantearnos ser mejores para quién amamos y para nosotros mismos... para buscar nuestra estrella, la de cada uno.
Feliz Navidad. Feliz camino. Feliz busqueda
No hay comentarios:
Publicar un comentario